sábado, 8 de febrero de 2014

Las Cervecerías



A la cervecería Strich siguió la de A.J. Donzella, situada de principal a Conde, la misma que funcionó hasta que se extinguió hace más o menos tres lustros de Principal a Santa Capilla. Fue la que puso de moda “La lisa” y la “media lisa” de sifón y tuvo siempre su clientela numerosa. Había bebedores que hablaban en “lisas”, para referir cuánto dinero llevaba en el bolsillo o lo devengaban como sueldo. Así que el que contaba con un fuerte en el bolsillo decía a su compañero o compañeros de tragos: “Tengo para diez lisas, vamos para casa de Donzella”. Uno de los últimos que habló graciosamente ese lenguaje es Vicente Palumbo, hijo menor, para referir a los amigos cuánto ganaba gráficamente: “Tengo un sueldo de dos mil lisas”.


 Por supuesto, esta forma de expresión la celebraba mucho el bien reconocido Ratón Pérez y el consecuente Pancho Alquisira. A la Cervecería Donzella, siguió la “Bavaria”, de Mikuski, situada de Bolsa a Pedrera, en donde se registra la particularidad de que allí se fundó el Grupo Literario “Viernes”, siendo las primeras copas Pablo Rojas Guardia, Julián Padrón, Luís Fernando Álvarez, Otto D´ Sola, entre otros, entre quienes se encuentra Pascual Venegas Filardo, que no es buena copa pero si buen poeta y mejor periodista. Habría que agregar también que a la Cervecería de Bruno, situada de Miracielos a Reducto, especializada en la cerveza negra alemana.

El rey de la cerveza

Al popularísimo "Catire" Donzella (1883-1949) y su famosa cervecería le dedicaron crónicas, versos festivos y sabrosas caricaturas. A una que le hizo Leoncio Martínez (Leo), le dedicó el siguiente soneto otro gran humorista, Francisco Pimentel (Job Pim), lo tituló El rey de la cerveza:

Esta que veis, genial caricatura

que nadie, en mi opinión, mejor [la haría,

es la de un buen señor [que cada día

impone en nuestra vida [su figura.

Quién, en efecto, tras la brega [dura

no va a la popular cervecería,

a buscar la beatífica alegría

que la virtud de los "pumpás" [procura?

Tiene en su nombre. Don, Pepe [Donzella

y don de gentes además revela

en su trato cordial y en su [largueza;

y yo, en elogio de tan buen sujeto

quisiera hacerle un singular [soneto

con catorce cacharros de cerveza.

De otros versos también estaba muy orgulloso el Catire Donzella. No a él dedicados, pero sí escritos a lápiz en el mármol de una mesa en momentos de inspiración por el padre Carlos Borges (1875-1932).

Infinidad de "habituales"

Desde ese notable poeta y eminente orador sagrado y profano hasta un Alfredo Sadel de voz adolescente nacido en 1927 pasaron por aquellas mesas. En ese trabajo, que forma parte de un libro de crónicas sobre la historia venezolana de las cervezas, ofrezco algunos trozos y trazos en cuanto a la Donzella. Y así expongo algunos ejemplos de personalidades para englobar diversas épocas y nombradía. Novelistas como José Rafael Pocaterra y Andrés Mariño Palacios. Cronistas como Enrique Bernardo Núñez y Lucas Manzano; poetas como Andrés Mata, fundados y director de El Universal; habitual desde que este periódico tenía sede de Gradillas a Sociedad; Sergio Medina, Andrés Eloy Blanco, el también universalicio Pedro Sotillo, Guillermo Austria, José Ramón Heredia y de más recientes generaciones como Luis Pastori; cuentistas como Ramón Hurtado y Joaquín González Eiris; periodistas como Ramón David León; saineteros como Rafael Otazo; actores como Rafael Guinan y Antonio Saavedra; musicos como Pedro Elías Gutiérrez, Edmundo Ross y Billo Frómeta. Igualmente un cordialísimo militar que llegaría a la presidecia de la República: Isaías Medina Angarita, desde su época de capitán, ministros en ejercicio, abogados, médicos, ingenieros, que en Donzella celebraban sus grados y los cumpleaños de sus promociones. Todos en muy democrática cordialidad y alternando con billeteros de clientela fija que la tenían allí.

Sin que se olviden personajes populares como Vito Modesto Franklin, el archifamoso "Duque de Roca Negras" con su roca en singular como todo él y negras en plural, y la infatigable Emiliana, tan apreciada como vendedora de sus exquisitas arepitas.

La cordialidad de los motes

Una particularidad de la Cervecería que lo era por antonomasia consistía en la utilización muy venezolana de los apodos. Hasta existía una compleja escala zoológica que retumbaba en los saludos o exclamaciones afectuosas:

íMira "Guaquita", dile al "Mono" que lo llama el "Conejo" por la cabuya! En el espacio de un reportaje no se pueden mencionar la inmensa cantidad de apodos. Tenemos que mencionar a todos los Toros de apellido y a un cliente cotidiano a quien le decía "Car'e Ganao" y al también habitual fijo, un mayor del ejército a quien le pusieron el sobrenombre de "El Mayor de Licores".

Un soneto de Aquiles

Cuando en 1949 murió el viejo Donzella, otro máximo as del humorismo y finísimo poeta, Aquiles Nazoa, le dedicó el siguiente soneto, en la primera plana de "El Morrocoy Azul".

También tú te nos marchas, buen [Donzella

te vas de esta Caracas tuya y mía

que bebió en sus sifones la alegría

de los tiempos del coche [y la zarzuela.

"Todo se está acabando [en Venezuela",

me dijiste en La Torre cierto día,

recordando unos versos [al tranvía,

en que yo hablé de "tu mejor [clientela".

Y dijiste verdad: feliz testigo

de un tiempo que pasó; [junto contigo

se muere un poco [de local historia.

Descansa, pues, [en paz, mientras [sin llanto

bajo el cielo de marzo [yo levanto

una amable cerveza [a tu memoria.

Sabor de historia

Y es, sencillamente, que la Cervecería Donzella tiene mucha historia y especial memoria de Venezuela. Cuando la gente venía a conocer aquella Caracas lo primero que hacía era visitar la plaza Bolívar, admirar el monumento al Libertador y la serranía del Avila, pasear en travía y brindar en "cas'e Donzella".

El Grupo de Los Viernes




Fuente: Venezuela Gráfica
1962

Aquellos Tranquilos Botiquines


“Para la última década del pasado siglo y principios del presente la vida de Caracas, en su aspecto nocturno, era tranquila y apacible; incluso en lo que a centros de expansión y diversión de índole espiritual  y festiva, se refiere. No existía entonces el botiquín propiamente dicho, sino la botillería y la confitería donde se vendía licor. Ejemplo clásico de estos establecimientos mixtos lo tenemos en lo que registra la crónica y recuerdan los caraqueños de larga vida y poco beber, aunque no por ello fueran precisamente abstemios. Así viene el caso mencionar  los establecimiento de este tipo que funcionaron en el centro de la ciudad por los lados y alrededores de la Plaza Bolívar, “La Francia” y “La Glacier”, fundados por Don Carlos Zuloaga; “La India”, fundada por el italiano José Mendozza – el apellido se escribe con doble Z-y “La Confitería de las Familias” situada en la esquina de Dr. Paúl. En esos sitios los niños y las damas comían helados y dulces y los mayores de edad, saber y gobierno tomaban su “aperitivo”, que consistía en una copa de buen vino español o de sabroso coñac francés lo cual obligaba al bebedor a mover  la lengua ruidosamente  en el cielo de la boca para dar señal de buen gusto. Con esto se fueron formando los grupos de contertulios que en la generalidad, estaban integrados por poetas, literatos y artista que se denominaban así mismo “librepensadores”.



Salón La India para damas 



En realidad el botiquín más ruidoso de Caracas, en los primeros años del siglo, vino a ser el de Puente Hierro, propiedad que fue de Alejandro Landa, en el cual el General Eustoquio Gómez mató al Gobernador Mata Illas. Al abrirse con este hecho de sangre una etapa de violencia, por una rivalidad regional ya superada, la vida caraqueña se sacudió en su ánimo, y cambió un tanto en sus costumbres y en algunos aspectos sentimentales. De allí que se hiciera célebre la frase  del Presidente Castro, según la cual  “no cobraba andinos ni pagaba caraqueños”. Los tiempos de Castro fueron los más festivos de la vida caraqueña, por lo mismo que le gustaba el baile, y tanto como danzar con los pies, “empinar el codo” aunque, en este particular, no daba su brazo a torcer. Aquel aspecto era un producto de la “fulminante” revolución restauradora. 

Eustoquio Gómez de gala 


La Tradición Caraqueña

La vida caraqueña se mantuvo dentro de la tradición. En la Plaza Bolívar las familias asistían a las retretas los jueves y domingos, para lucir sus mejores galas. En la Cervecería Strich, que funcionaba en la planta baja del Hotel Klindt los caballeros de la época lucían su leontina en el chaleco, en sombrero de pajilla en la cabeza y los zapatos “bordequines”. Entonces fue cuando el alemán  Strich puso de moda la “camarita y el pumpá”, sombreros de moda en el vestir elegante, a los que ironizaban los de sombrero de pajilla, tipos más populares. Se entendía por camarita el medio vaso de cerveza cuyo costo era medio real; y por pumpá, el vaso entero que costaba un real. Desde la cervecería veían desfilar las señoritas trajeadas a la usanza de la época, con traje largo, cintura ceñida y valona al cuello. El traje de las señoras se diferenciaba de que “traían cola”. Fuera de la cara no había nada que ver.

En tanto en “La India” que era el bar de categoría, los grupos selectos y los bohemios famosos, de buen vivir y mayor gastar, se deleitaban con sus tragos de vino y coñac. El gran pintor Tito Salas, el poeta Andrés Mata y el Padre Borges eran de los asiduos  concurrentes. Don Tito que llevó una vida bohemia hasta que se casó, fue motivo para que “La India” cerrara sus puertas la noche de su matrimonio, y pusiera en las puertas un cartel humorístico que decía a la letra:
“Cerrado esta noche: Se casa Tito”, “La Francia”, a su vez seguía siendo un sitio de reunión de los caraqueños y muchas veces fue escenarios de lances personales.  
El Pintor Tito Salas, ya abuelito,  junto a su hermosa familia

Fuente:   Pedro Hernández C
Transcrito por Caracas en retrospectiva de la Revista Venezuela Gráfica 1962
Imágenes de El Cojo Ilustrado, y grupos Caracas en retrospectiva facebook