sábado, 11 de enero de 2014

El Alba de la Democracia

Editorial de la Revista Billiken
Arturo Uslar Pietri

“El alba del 23 de enero de 1958 quedará en la historia de Venezuela como la realización de un prodigio. Una férrea dictadura corruptora que disponía de los más poderosos armamentos, de los más ilimitados recursos financieros y del más desfachatado descaro para mentir y cometer crímenes de lesa humanidad, se derrumbó en horas, como una torre de arena, ante el empuje decidido de una nación dispuesta a sacrificarlo todo para erradicar de su vida aquella afrenta.
La dictadura había resistido dos importantes tentativas militares, la de los jóvenes oficiales de la aviación y la del Estado Mayor. Podía sentirse más fuerte y confiada que nunca. El régimen de terror imperaba irrestricto. El tirano podía creer que todo había quedado aplastado ante su voluntad omnímoda. Y de pronto, sin que nadie supiera ni cómo ni cuándo, comenzaron a aparecer papeles mimeografiados y hojas mal impresas en las que centenares de venezolanos distinguidos ponían su firma para pedir libertad. Ley y gobierno constitucional.  Allí estaban los nombres de profesionales reputados, de jefes de grandes empresas, de escritores, de profesores, de potentados de las finanzas y de jóvenes maestros de escuela. La dictadura parecía no  poder creerlo. Comenzó, con asombro, por hacer llamar a algunos de los signatarios para cerciorarse de si aquellas firmas eran autenticas. Todos reconocieron las suyas y las dieron por buenas. ¿Qué había pasado? No era que se hubiera perdido el miedo a los pavorosos castigos de la tiranía, a las torturas, a las cárceles y las persecuciones, era que, para decirlo con un venezolanismo, el país se había resteado y estaba dispuesto a afrontar todos los riesgos para poner fin a aquella farsa sangrienta.

No hay precedentes en la historia del país de un movimiento semejante. Hemos conocido revoluciones y asonadas dirigidas por determinados grupos, que han logrado éxito gracias a la trama de una conspiración o a la sorpresa de un golpe afortunado. El 18 de octubre de 1945 fue el movimiento de un partido y de un sector del ejército, al que luego se sumaron otros. El 24 de noviembre de 1948 fue un golpe militar seco. Pero el 23 de enero ha sido una cosa eternamente singular y diferente. Ha sido la sociedad venezolana en todas sus clases, en todos sus sectores de pensamiento, en todas sus ideologías políticas, desde el Arzobispo hasta el limpiabotas, desde el conservador hasta el hombre de izquierda,  desde “el pobre en su choza” hasta  el “señor”, la que se alzó contra un solo hombre ofreciendo a la metralla el pecho desnudo y el poder moral de su derecho, logrando que se paralizaran con un cierre general todas las actividades, hasta que el tirano, solo, bajo el ultimátum de las fuerzas armadas , huyó en obscuridad de la noche. 

No fue éste el movimiento de un partido, ni el de un grupo, ni el de una clase, no tuvo ni siquiera un comando central reconocido. Fue más bien como un fenómeno de combustión espontánea, como la reacción de un organismo sano contra un veneno para expelerlo, lo que creó esa maravillosa, inesperada y súbita unidad. 
Ya desaparecido el tirano, comienza ahora una difícil y dura tarea, como es la de organizar el país para una vida permanente de libertad, democracia y orden. No será fácil. Habrá que hacer grandes sacrificios y esfuerzos para alcanzarla. Habrá que refrenar ambiciones, que limar diferencias, que aceptar lo posible y lo transaccional para que pueda levantarse, firme y duradero, el edificio de una democracia estable en la que quepan holgadamente todos los venezolanos y todos los extranjeros que han venido a nuestro suelo.
No es esa la tarea de un momento de fugaz alegría y momentánea generosidad, sino de un largo tiempo de sostenido tesón en el que todos, como en la hora magnifica del 23 de enero, pongamos sin regateos nuestra voluntad de servir, de vigilar, de acatar. No es esta solamente una obligación de los llamados a desempeñar funciones públicas, que nunca pasarán de ser una minoría, sino de todos: del obrero, que al cumplir cabalmente su labor hace patria con sus manos hacedoras, y del estudiante que debe levantar con su dedicación el nivel moral y cultural de la universidad, y el del profesional que sirve a las necesidades colectivas; y el del intelectual que puede iluminar el camino hacia el bien y la justicia , y el del hombre de negocios que puede unir en su trabajo la creación de riqueza útil con el ejemplo de la honestidad.
Una situación como la que acaba de nacer, salida de un estado de cosas como el que hemos padecido, tiene numerosos y temibles enemigos dispuestos a sabotearla y destruirla. Están contra ella los logreros del chanchullo y del peculado, los partidarios de un orden de amos y esclavos de los defensores de la tesis abyecta de que Venezuela no puede ser gobernada sino por el látigo de un déspota, los desplazados de los criminales privilegios que disfrutaban, que cuentan con inmensos recursos monetarios para sabotear la democracia, fomentar el caos y provocar de nuevo la dictadura que añora.
Para esa labor de construcción, y contra esos enemigos, no hay sino una sola defensa: La de la magnífica unidad que hizo posible el prodigio del 23 de enero. La unidad hay que mantenerla y conservarla a toda costa, evitando todo lo que pueda dividirla y afirmando por largo tiempo la plataforma esencial de una vida democrática.  De este modo el 23 de enero será un símbolo que fue en la realidad, el alba prodigiosa del arduo día de la democracia venezolana.” 
Caracas, 25 de enero de 1958.
La expresión popular de júbilo que vivió durante todo el día 23 la ciudad  de Caracas
al saber el derrocamiento del régimen Pérezjimenista, tocó los extremos de la
alegría incontenible demostrada en el toque de cornetas incesante de todos los vehículos,
los abrazos de "Feliz Año Nuevo" que el pueblo había retenido hasta el momento oportuno
desde que vió las gloriosas alas de nuestra Fuerza Aérea iniciar la rebelión contra el régimen anterior,
y las manifestaciones con "Vivas", por una parte, y por la otro los dolorosos recuerdos de personas
queridas del pueblo- sus héroes- desaparecidos., los féretros de personas muertas por las balas
de la represión y los letreros que traducían el clamor popular: En las gráficas se aprecia: en la parte superior, uno de los dos  carteles que a las 7 de la mañana fueron puestos al pie de la estatua del Libertador en la Plaza Bolívar . En el pueden verse las fotografías de Luís Troconis Guerrero, Director de "El País", muerto en el Exilio; el poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco,  trágicamente muerto en México; El Mayor Mario Vargas, muerto también en el exilio, de doña Teotiste de Gallegos, muerta igualmente en el exilio, al lado de su esposo Rómulo Gallegos , Presidente Constitucional depuesto en 1948. Puede verse también a los Ex- presidnetes Gallegos, Betancourt y Prío Socarrás, de Cuba, y al Doctor Rafael Caldera , vivos. Al centro del féretro en uno de los muertos de la" Urbanización 2 de Diciembre", envuelto en la bandera Nacional y con un letrero expresivo. Muchos féretros pasaron ayer por las calles de Caracas en forma semejante.           

Finalmente un letrero que fue puesto en la puerta cerrada del Ministerio
de Relaciones Interiores.

La gráfica da una idea de lo que fué la toma de la Seguridad Nacional y del
estado de excitación del público que había llegado hasta las puertas del
siniestro antro.  
Vehículos de agentes de la Seguridad Nacional 

Imágenes del 23 de enero de 1958
Archivo de la cadena Capriles 

Luisa Nena Zuloaga de Palacios, Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva
Imagen de El Nacional 

Transcrito por Caracas en retrospectiva.
Billiken 1958