domingo, 29 de diciembre de 2013

El Cañonazo


“Raro era el caraqueño que decía: "Voy a esperar el año en tal o cual parte"; por lo regular, siempre se hablaba de el "cañonazo". Yo esperaré el "cañonazo" en la Plaza Bolívar; nosotros esperaremos el cañonazo en la Santa Capilla o bien en casa. Y era curioso observar que, aun sonando las doce, nadie hacía nada hasta no oír el estampido del cañón en La Trinidad o en La Planicie.
Para el caraqueño de época pasada, sentir el "cañonazo" era la llegada del Nuevo Año con todas sus penas y alegrías. A muchos encontraba el día primero del año, tranquilos, indiferentes, y les preguntaba y me contestaban: "Si yo no sentí el cañonazo; yo estaba durmiendo"; y yo soy de los que si no siento el "cañonazo" para mi es una noche cualquiera. Efectivamente, mi abuela me decía: "Lo que soy yo me acuesto temprano porque no quiero oír el "cañonazo", porque me da mucha tristeza, me trae muchos recuerdos". En todas partes he estado y en todas partes he recibidos años, pero francamente puedo deciros, quizás porque soy caraqueño por dentro y por fuera, que ese estampido del cañón a medianoche, solo, con su voz de trueno, habla mucho. Despide un año e inicia otro cuando irrumpe el Himno Nacional y brotan de todos los corazones, en precioso enjambre, el amor a Dios, el amor a la patria, el amor a los padres, esposas e hijos, el amor a nuestros semejantes, y es como el momento en que todos tenemos el alma limpia. Y es la voz del cañón. El arma mortífera de los hombres que seguida por las voces de las campanas, voces de ángeles, nos recuerda a nuestros antepasados y nos une a todos en el Himno inmortal de nuestro Bravo Pueblo, que penetra en nuestros corazones, y así sea en la Plaza Bolívar, en la casa de Dios, en nuestro hogares, todos sentimos con el “cañonazo” un lazo de unión y confraternidad deliciosa que nos hace más y más sentirnos venezolanos y alabando a Dios y a nuestro padre Libertador soñamos en un futuro promisor y una patria venturosa y un porvenir dichoso.
En época lejana, en nuestra humilde ciudad la torre blanca, los techos rojos y las azules lomas, en el antiguo San Carlos en La Trinidad, en el ángulo que mira al sudeste, se instaló un grande y viejo cañón de épocas remotas; negro, solo era como el vigía de la Ciudad; todos lo respetaban y querían; era como un símbolo para crear un museo.
Este cañón era familiar entre los caraqueños; no había nadie que no lo conociera. Tenía su personalidad. Y había chicos que le llamaban “La Cochina”, otras “La Verracas”, y como solo dejaba oír su voz en Año Nuevo o fiestas nacionales, le decían: “La Casaca” y de ahí se originó el conocido estribillo de:

La Cochina
La Verraca
La casaca
De tu papá

Por muchos años “La Cochina” daba el estampido de medianoche en el Año Nuevo y todos los esperábamos. Al  día siguiente eran romería de muchachos los que nos llegábamos hasta allí, a ver, oler y tocar el consabido monstruo y a preguntarle al centinela cómo la habían cargado, cómo la habían prendido, cuánta gente mató, se si oyó fuerte y tantas cosas que preguntan los chicos.

Cuando llegó el Gobierno de Cipriano Castro y se levantó en la Planicie la Escuela Militar, instalaron en el ángulo nordeste dos viejos cañones para las salvas  de ordenanzas y a ellos se les encomendó “el cañonazo de Año Nuevo”. “La Cochina” descansó y no se que se ha hecho. Como antigüedad, reliquia histórica y mismo como un autentico recuerdo de la ciudad de Caracas que se nos va, pido un lugar adecuado e cualquiera de nuestros museos para esta joya de nuestro pasado.
El cañonazo es algo íntimo del pueblo de Caracas, de una tradición de sus costumbres, y nadie está osado a suprimir.
Si este año yo no oigo el cañonazo, diré con la frase hípica: “Ya no hay  nada que hacer”, esto se acabó.

Fuente: 
José García de La Concha
Reminiscencias “Vida y Costumbre de la Vieja Caracas”/ 1962
Páginas 149 y 150

1 comentario:

  1. José García de La Concha falleció hace unos 40 años a los 90 de edad. Fue guardián de la Quinta de Anauco y su imagen puede verse dándole explicación a una visitante del Museo de Arte Colonial hace unos 45 años.
    Gracias por este invaluable relato por este agradable y barbudo personaje que le legó a la posteridad sus memorias.

    ResponderEliminar