miércoles, 26 de junio de 2013

Colinas de Bello Monte. “La suburbia colgante"


Arq. Hannia Gómez 


(tomado de la Revista Integral, Caracas, 1950).

Caracas, como Florencia, ha desarrollado un recurso de autocontemplación urbana 
de filiación itálica: el “palcoescenico”. Las colinas del sur, situadas frente al gran patio de la ciudad y su telón de fondo, son de manera natural el belvedere monumental de una urbe que, a pesar del caos, conserva un excelente “lejos”. Basta darse una vuelta por el Fiésole florentino, entre las colinas de San Miniato y Bellosguardo, para encontrarse con todo un despliegue de tipologías de la mirada: iglesias de San Salvatore al Monte, fuertes Belvedere, torres del Observatorio. 

Las tipologías caraqueñas, aunque otras, se elaboran sobre el mismo impulso teatral hacia la ciudad. Este es el sueño que empieza a esbozarse en Caracas en los años cincuenta: las colinas se empezaron a urbanizar para mirar.
Pero para que este sueño triunfase, hizo falta una demostración fehaciente y un promotor que tomase la iniciativa. El “primer trepador de cerros”, según sus propias palabras, fue Inocente Palacios, el urbanizador de Colinas de Bello Monte, la suburbia colgante inaugural de Caracas. Esta urbanización acróbata, fuertemente arraigada en la estética de los cincuenta, unida al flamante perfil ilustrado de este promotor, difundió su modelo urbano de desarrollo durante las décadas siguientes por toda la periferia. 1950 fue la década de oro de la arquitectura venezolana, cuando el país construía todos y cada uno de sus sueños de progreso. El sueño caraqueño arrancó de ser el de un solo caraqueño: el delirio lírico de un promotor empresario.
El magnetismo suburbano arranca con la singular historia de su vida. Su emigración constante hacia el este, de casa en casa, desde la señorial casa paterna en el damero colonial hasta su atalaya en Bello Monte, es una metáfora del desarrollo de la ciudad. Así, en la historia de la arquitectura y el urbanismo caraqueños Inocente Palacios resulta legendario. Su pasión por la música, unida a una conexión muy cercana a la arquitectura brasileña a través de su amistad con Oscar Niemeyer, van a modelar tanto su visión como su ambición urbanas. “Cuando se construyó Brasilia”, decía, “Oscar Niemeyer me invitó a presenciarlo. Esa ciudad la construía un enjambre humano que vivía en las laderas. Cuando empezó a vivir, se vuelve un ente ficticio colocado en el centro de aquella otra urbe turbulenta que es la Brasilia de los que la construyeron. La gran ciudad son las laderas: ahí se formó la verdadera Brasilia”. Este romanticismo por la vida urbana “en las laderas” se une al impacto que le produce la casa de Niemeyer: “en el tope de un gran acantilado, con toda la naturaleza metida dentro...”. 

Imágenes que modelarán Bello Monte.

Palacios comienza a dedicarse abiertamente al urbanismo; promotor cultural vuelto promotor urbano. Ayudado por el arquitecto italiano Antonio Lombardini, llamado el “arquitecto de colinas”, y un notable equipo, hace Colinas de Bello Monte. Pronto le sería imposible impedir el no dejarse llevar por la analogía teatral que le ofrecían sus terrenos. Lo justificaba diciendo que “en aquellos años, la gente pensaba que Caracas necesitaba crecer porque el valle le estaba quedando pequeño”. Un fenómeno que empieza paralelamente también en la ciudad informal de los barrios, la otra gigantesca vertiente de la periferia vertical. Era la ilusión horizontal de la ciudad extendida copando aparentemente el valle.
Es evidente que esa escalada no era tan urgente en la vacía Caracas de los cincuenta, sino un acto de ilusionismo urbanístico, respaldado por una innovadora idea de Marketing inmobiliario. Vamos a vender los billetes de las localidades del teatro. Bello Monte, hasta en su nombre, se vende como un sitio ideal. En el afiche de promoción de las ventas de la urbanización se presenta la imagen de las colinas como ondas superpuestas de colores que fácilmente se pueden tomar por una partitura musical. Sonaba a ópera de Verdi. Papeles líricos de un club que canta. Papeles topográficos de una arcadia vertical, de un sviluppo residenziale.

La vecindad toponímica con Monte Posillipo, Montecassino, Montecatini o Monticello nos hace imaginarnos a los urbanistas de las colinas uniendo su epopeya constructora, de tractores orquestados e ingenieros con batutas, a la épica de la música y a la monumentalidad operática. Aquello del diario Bello Monte se transformaba en el aria de Monte Bello. Con un trazado entre orgánico y totalitario surge el laberinto de calles. Atrás quedó la claridad del damero. Su trazado enrevesado siempre es fiel a la topografía pero no atiende nunca ningún signo que le venga de la ciudad frente a él. Las pendientes peligrosamente acentuadas del parcelamiento serán el desafío insoslayable a la pericia ingenieril. Algo muy propio de la década. Se pierde primero al visitante para luego sorprenderlo, a la vuelta de una curva, con el hallazgo unas veces del fantástico panorama y otras de las aparatosas arquitecturas de época. Una arquitectura “de especialistas”, aún hoy (1996) entre las más frenéticamente formalistas de toda la ciudad.

Pero, ¿qué experiencia vendría para asistirlo en la planificación y la construcción de su sueño, al que Caracas se abandona? Los cincuenta fueron también la década de la inmigración europea a Venezuela, especialmente mediterránea. Estos son los “especialistas”. Una multitud valerosa de trabajadores que vinieron a reconstruir sus vidas, y que, haciéndolo, lo primero que reconstruyeron fue su propia ciudad fragmentada. 
El promotor empresario elabora con ellos las tipologías de la mirada belmontina: Lombardini le diseña “Caurimare”, su casa-conservatorio montada “en un pico de ésos”, una casa tan “absurdamente grande que hicimos muchos grandiosos conciertos, a veces hasta de cuarenta músicos”; Niemeyer, otro aficionado a los barrancos, idea el anteproyecto de un Museo de Arte para Caracas, una pirámide invertida que descansa incomprensiblemente estable en el borde de un barranco sobre su mínimo vértice; construye en una cañada la Concha Acústica, “un escenario al aire libre de condiciones acústicas excelentes”, para celebrar sus festivales musicales; llama a un concurso internacional para hacer la casa tipo de Bello Monte, cuya principal exigencia era que pudiera colgarse de la más aguda de las pendientes posibles, y cuyo proyecto ganador de José Miguel Galia, un pequeño prototipo “montado como un nido de águila en un cerro”, es inaugurado con aire festivo “para demostrar que se podía hacer”; así aparecen “las primeras cosas fabulosas de Colinas”, las dramáticas villas en voladizo, con ecos de Libera y de Scarpa, “aquellas casas que salieron guindando” en el “Aunque Ud. no lo crea”, de Ripley; Palacios es también el mentor de audaces proyectos de arquitectura que le encargaba a los mejores arquitectos del país: Vivas hace el icónico paraboloide hiperbólico del Club Táchira, Alcock el ondulante óbus de ladrillo de Altolar, Vegas & Galia sus mitológicos edificios morochos...

La fuerza vital de esta obsesión, el formalismo arrollador de este sueño de un caraqueño lo convierten inevitablemente en colectivo Sueño Caraqueño imitado en toda nuestra suburbia. Desgraciadamente, de su incomprensión, de su emulación torpe y de su desgaste, se desencadenaron luego el abandono del valle, el escape del orden, y la amnesia de la ciudad que teníamos... lo cual no desdice ni de la importancia de la aventura belmontina ni del idealismo florentino de su promotor.

Publicado en: Arquitectura EL NACIONAL. Caracas, lunes 9 de diciembre de 1996; Peter Lang, Editor. Suburban Discipline. "The Hanging Suburbs". Storefront Books No. 2. Princeton Architectural Press. New York, 1997; Tulio Hernández, Editor. Veinte afectos para escribir la ciudad. "La suburbia colgante". Caracas, 1998.

lunes, 24 de junio de 2013

Armando Reverón y Manuel Cabré


Si dos artistas  motivan e inspiran a seguir escribiendo sobre el pasado, sobre la Caracas en Retrospectiva, son Armando Reverón y Manuel Cabré , he aquí imagenes poco conocidas de estos grandes hombres. 



Armando Reverón 
 ARMANDO REVERÓN


La playa es un cristal de mediodía
que anula los colores.
Solo en el fondo del espejo
se hunde el fantasma
de una acacia en flor.
Esta es la bahía
pintada en su casa de palmas.
Los ojos de sus muñecas
me miran como girasoles.


Edades perdidas (1981)
Vicente Gerbasi

Reverón y Juanita 

Armando Reverón y Manuel Cabré juntos 

EL ÁVILA


Al pintor Manuel Cabré

El cielo de enero mueve nubes
donde mora la montaña
que acerca la mirada a gladiolas,
a hortensias de soledad.
Montaña del cielo.
El valle
incendia yerbas ásperas
en medio de los ojos
deslumbrados
en el amarillo solar
del araguaney.
La montaña
cambia
con la pesadumbre del mundo.
En la penumbra
se mueve una violeta oscura.
Por la noche se alumbra con astros
y murciélagos.


Manuel Cabré  

domingo, 23 de junio de 2013

Las Tres Gracias "Plaza de Bellas Artes"

Es muy temprano. La mañana promete calor abundante. 
Hay en el cielo nubecillas breves, que se columpian traviesas en los picos del Avila.
Junto al Colegio de Médicos, hay una placita pintoresca, rodeada de sauces llorones, que proyectan su triste silueta en las aguas dormidas del estanque . A derecha e izquierda entre el césped, crecen rosales, con rosas rojas, muy rojas (...) 

El cincel inmortal del artista, creó este triptico inmaculado - besos de luna llena, la carne suave -, que a través de los siglos perdura y es manantial fecundo de poesía romántica.... Este  triptico de la placita caraqueña, que se arrulla, como un pájaro travieso, bajo el cielo siempre azul, mañana y tarde ....

Las Tres Gracias

El lugar muy bien podrá llamarse " Rinconcito del amor" , porque el amor, precisamente, brindan con su timidez, con su castidad, estas mujeres esbeltas, de talle frágil, senos redondos y caderas armoniosas, que no quieren contemplar su belleza reflejada en las aguas dormidas .... Y cierran los ojos, con delicioso y dulce desmayo poético. 
        
Placita de Bellas Artes, con sauces llorones  y rosas rojas tan rojas como mi corazón; eres muy simpática y al atardecer, cuando este trafico escandaloso apaga su grito estridente, dejas que contigo sueñen los enamorados.  




En el blog http://portaldelahistoriadecaracas.blogspot.com/2010_02_01_archive.html erncontramos la siguiente nota : 

La Plaza de las Tres Gracias 

" Fue construida en el año de 1935 en la caraqueña urbanización de Los Chaguaramos, conformado uno de los nuevos espacios humanizados de la ciudad que comenzaba a desarrollarse a partir de la extensión de los esquemas del trazado colonial.

Esta conformada por un espejo de agua de forma orgánica, con curvas libres, bordeado por aceras y jardines con especies arbóreas representadas por el llamado sauce llorón. En el extremo sur del espejo de agua un conjunto escultórico de pequeñas dimensiones otorga significación al espacio y define el lugar; es obra del escultor italiano Pietro Ceccarelli, quien de manera ejemplar copió la obra Las Tres Gracias realizada por el máximo representante del neoclasicismo escultórico: Antonio Canova 1757-1822

La escultura original de las Tres Gracias fue comisionada a Canova en 1813 por Giussepina Beauharnais para ser expuesta en jardín de la ciudad de San Petersburgo, en Rusia. En dicha escultura Canova transgredió los canones artísticos característico del neoclasicismo dictados por los conceptos de Winckelmann, surgidos a partir de su estudio clásica. En la iconografía se representa a una de las Ninfas , a la Musa y la filosofía tal como aparecen en un fresco de una casa excavada en las ruinas de Herculano, para entonces de tanta influencia artística que Canova las reproduce fielmente al conjunto escultórico en Las tres gracias de 1799.

De tal forma Pietro Ceccarelli sigue el ejemplo de los escultores neoclásicos quienes reproducen en su totalidad las obras del pasado de Gracia y de Roma; en Caracas su obra adquiere carácter monumental en su estatuaria de los mausoleos del Cementerio del Sur.

Las Tres Gracias fue un tema bastante reinterpretado por los artistas del pasado, durante el Renacimiento, en el Barroco y en el Neoclasicismo. De tal forma se podría confrontar esta obra nuestra y su entorno urbano con la pintura Las Tres Gracias, de Rubens, ubicada en el Museo del Prado de Madrid . En tal sentido, Ceccarelli emplea en su conjunto figuras estilizadas y no robustas como Rubens partiendo además de la creación de un espacio urbano pictórico; definido este por el movimiento implícito en el grupo escultórico, enfatizado por las curvas del espejo de agua y el carácter bucólico de la vegetación que le sirva de marco.

Por otra parte, la concepción espacial tridimensional y perspectiva que caracteriza a la plaza tiene claras influencias del Renacimiento italiano, a partir dela reinterpretación del difuminado leonardesco principios que le permiten establecer una continuidad entre la plaza y el entorno dela ciudad; como si se tratase de una gran representación, de una gran escenografia.

Finalmente, una interesante unificación entre los principios neoclásicos y los románticos parecen guiar la búsqueda del carácter del lugar. Representados por el clasismo implícito en Las Tres Gracias y el tratamiento pintoresco o romántico de los jardines de la plaza.

Sitio de Búsqueda: Biblioteca de la UCV/ INCES

Fuente Bibliográfica: Cruz Edgar, 25 Monumentos de Caracas, Ediciones Fundarte. 2000. Caracas, pag.77.

La Quinta de los Boulton


Esperando los nuevos inquilinos:

"La espaciosa quinta de la familia Boulton- hoy propiedad del Estado - se prepara para recibir a los nuevos inquilinos. Por muchos años fue sede del Ministerio de Agricultura y Cria . Gallegos intentó convertirla en Palacio Presidencial y mandó al ministerio para La Quebradita. Volvieron los funcionarios del MAC a ocuparla en 1949, y este año la abandonaron definitivamente para ocupar varios pisos en una de las Torres del Centro Simón Bolívar. Hoy a la vieja quinta se le hacen refracciones para adaptarla a su nuevo ocupante:  El Comando de la Guardia Nacional. " 

Caracas Monumental 1944

Tejados románticos de ayer observan con callada timidez
la altura magnifica y desconcertante del macizo granítico
( Edificio Phelps) 
" La Ciudad es la prolongación de los hombres y el límite de los paisajes.  La Ciudad acobarda, arrebata, enaltece o destruye. Es un libro perennemente abierto, escrito en hojas de sangre y del espíritu, al resplandor de la esperanza.

Cuando el corazón de la ciudad palpita, por el aire escapa  una bandada henchida de armonía gótica.
Secos los arroyos, las quebradas turbias, enfermo el río, la raíz fluvial de la ciudad despliega  sus alas en las fuentes luminosas;  pero sólo el murmullo se abandona al viento, mientras el agua suelta lirios efímeros.

Cuánta huella de leyenda desaparece bajo del asfalto  inexpresivo, en estas calles alumbradas  por bocinazos y pregones clamorosos. Las esquinas,  cruce de emociones, lugar de atropellamiento sin excusas y recodo para citas impacientes, han perdido su gracia típica de regazo familiar, regazo de la provincia solariega, porque en las esquinas de los pueblos todavía se   difama, se gloria; es decir, se teatralizan maliciosamente todos los dramas públicos o íntimos.

La ciudad descansa, se conmueve, sobre un valle de apamates y acacias, Los cerros la ciñen vigorosamente,  como un amante hambriento. Tímida, con ilusión de adolescencia,  la niebla abre su sombrilla de encaje en las colinas, pero no baja hasta la ciudad  bulliciosa.  ¿Tendrá miedo de los tranvías, del acecho de los hombres, de sí misma?
Puentes ornados con escudos y frisos utilizados entre el fresco panorama de
las urbanizaciones y la ciudad ( Los Caobos) 

¿Quién se recrea hoy en las plazas de la ciudad, escuchando opulentas romanzas de eco mediterráneo y criollos valses  dulzones? ¿Quién aviva alguna promesa sentimental bajo los árboles centenarios, de los parques, cuyas hojas  de cuando en cuando como palabra dicha al azar?
Sofocada de su propio vértigo, la ciudad se fuga hacia las urbanizaciones llenas de pinos fragantes, donde siquiera se escucha el alborozo de los pájaros al amanecer.  Mientras tanto, el pueblo llega desde el llano, la montaña y la costa.  Ha bajado sus roídas velas en los flancos de los cerros, porque la altura, como la fe, es patrimonio suyo, eterno. El pueblo persigue con los ojos de fervor.


El Tiempo Monumental

Pronto será un recuerdo nada más - ¿o lo es hace mucho tiempo? -, en páginas y relatos multicolores, la ciudad austera y clara, arrebujada en el espíritu colonial, ornamentada con aleros  florecidos y ventanas de intrigante celosías.

La  ciudad se despoja de  toda su sombra recóndita;  la entrega a la acción, al progreso. La ciudad despierta otra vez, entre el humo de la industria, desde sus propias raíces de tradición.
La arquitectura moderna imprime a la ciudad un aspecto de poderosa elegancia. Armazones de hormigón, monstruos  de hierro y cemento, levanta vertiginosamente la mágica ingeniería. En el corazón de la ciudad, los hombres pierden tamaño en contraste con los pétreos edificios; pero ganan, al mismo tiempo, en revelación de empuje civilizador. Al mecanizarse, el horizonte humano confía al tiempo su destino.  
Contra la limpidez del cielo se asoma la piedra reducida a una dura expresión
mecánica por la civilización infatigable
( Edificio Las Américas )  

El movimiento de reurbanización comienza, en el propio corazón de la  ciudad,
congestionado por el trafico y los cables
( Edificio Veroes)  
La ciudad como toda juventud,  es optimista de su urbanismo creciente.  Las vetusta paredes de ladrillos, con toda su carga de consejas y fábulas, se derrumban en plena urbe,  con esa resignación  de toda madurez saturada de tiempo.  Los trepidantes barreros horadan la tierra, cansada de ladrillos y tejas,  mientras las estragadas mezcladoras arrojan los cimientos   para la colmena granítica y límpida. En las fachadas, esculturas desnudas de agricultores  que sostienen la hoz, el rastrillo y los frutos de optima cosecha, recuerdan al pueblo la inquebrantable esperanza de la época; más en otros edificios, son los señores héroes de la nacionalidad  los que representan, ante ese mismo pueblo, la viva virtud ciudadana.

Vestigios coloniales – como el mudo farol del portal y escudo, nostálgico de armas,  en el  frontispicio – agregan a la arquitectura moderna la sobriedad de la civilización, frisos, pilares, arcadas, cornisas, en reminiscencia colonial, simplifican las líneas de las nuevas construcciones en la ciudad.  En las quintas  residenciales, confortables e imponentes en su geometría de paredes, pisos,  y habitaciones, aquellos mismos detalles resaltan tanto como la propia belleza del nuevo estilo.
Añadir leyenda
En las plaza, la escultura indígena valoriza la deuda que la ciudad tiene contraída con los indios, cuya sangre corre impetuosa por sus venas, pero a quienes no conoce, porque los aborígenes tienen miedo de la urbe y la ciudad tiene miedo de los aborígenes. Prefiere pues admirarlos  en grave actitud petrificada.   
La ciudad se expande,  se hincha,  asciende, monumentalmente. 

Fuente: El Farol 1944
Caracas Monumental 

jueves, 20 de junio de 2013

Las aceras altas de Caracas

Esquina de Abanico a Socorro
1959
Fotografía de
Alfredo Cortina
“Caracas desde su fundación fue trazada en cuadriláteros, calles paralelas de Este a Oeste y Norte a Sur, en cada cuadro o manzana se trazaban solares, naturalmente que siendo su  terreno el de un plano inclinado y presentado en varias zonas bajos, quebradas, montículos, los habitantes construían sus casas o viviendas a como les iba dando el terreno. De ahí que las calles, siempre rectas, ofrecían cuestas y bajadas para ir de un extremo a otro. Para ese entonces, no había puentes ni terraplenes. Me contaba mi abuela “que para hacer una visita algo distante, se iba en burro y las ricas en literas, pero siempre llevando atrás, el burro con la manumisa y la petaca con la ropa. Se llegaba  al zaguán y se cerraba el portalón, la visitante se vestía y tocaba en el entreportón: “Ave María purísima” y adentro, que ya se estaban preparando para recibir la visita, se contestaba, “Sin Pecado Original Concebida” y se abría la puerta.

Las familias se sentaban en silletas recostadas en las paredes de su frente, después de la comida, que era después de la comida, que era a las cuatro de la tarde. Los señores se paseaban a caballo. Entonces no existían carros ni coches, y muchos tenían tal lujo en sus cabalgaduras que usaban arneses de plata y los jóvenes enamorados hacían “caracolear” sus caballos en las esquinas para lucir sus habilidades ante la dama de sus ensueños.

Esquina de
Ánimas 

Añadir leyenda


Así se fue poblando Caracas. Unas casas quedaron elevadas, otras abajo. Pero el progreso avanza y vienen los vehículos de ruedas, y hay que condicionar las calles y tirar puentes, terraplenes, si las calles Norte-Sur no presentaban grandes inconvenientes, no así la de  Este-Oeste que tenían forzosamente que  cortar el paso de ríos, quebradas, que bajaban del norte y que en muchas por insinuaciones del terreno, quedaban casas en altos montículos, se comenzaron por rebajar los pisos de las calles Oeste 3 y Este 3 entre las esquinas de Santa Bárbara y Miraflores y Plaza López a Ánimas y construir los embovedados que vinieron más tarde entre Pineda y Cuartel Viejo y el de Plaza López. Quedaron naturalmente, con este rebajo, todas las casas en alto, lajadas, protegidas por una baranda. Lo mismo aconteció con la Calle Oeste 5 Este 5 paralela a la anterior entre las esquinas de Paraíso a Pineda, Maturín al Abanico y Abanico al Socorro.




De Norte a Sur no encontraremos estas calles, sino de Fe a Santa Bárbara, Romualda a Socarrás y de Corazón de Jesús a la Hoyada. Estas aceras altas le daban un yo no sé de sabor caraqueño a nuestra querida ciudad, que aunque fuera molesto para los que habitaban a mitad de cuadra, nunca se presentó una queja de este pequeño inconveniente. Antes por lo contrario, muchas personas, les gustaba vivir en aceras altas. Otras habían en Caracas pero de menor importancia."
Esquina de Bolero 
Esquina de Amadores a Cardones 
La Hoyada a Corazón de Jesús
Alfredo Cortina
1950
Fuente texto:
Reminiscencias
Vida y costumbre de la vieja Caracas
de José García de la Concha
pág 36 y 37

1962 / Caracas              
Imágenes: Caracas en Retrospectiva Facebook 

sábado, 1 de junio de 2013

El Pasaje de Linares

Comparto con ustedes imagenes del Pasaje de Linares así como reseñas encontradas en El Cojo Ilustrado y  del libro  "La Caracas que conocí "  de  Francisco A Moya. 


Esta hermosa gráfica apareció en  El Cojo Ilustrado de 1901, y la cual reseñaba lo siguiente : " Caracas,  La ilustración que en el presente número determina un aspecto de la ciudad capital,  cual es el de la entrada al Mercado Público, por el "Pasaje de Linares", exterioriza al propio tiempo una importante manifestación de la actividad individual" 




En esta otra nos evoca la Caracas de nuestros antepasados y nada mejor que darle vida a la imagen con la descripción hecha por Francisco A Moya en  "La Caracas que Conocí"  donde expresa : 

" La Plaza del Mercado, como lo llamaron, tenía en un pedestal una estatua del Ilustre Americano, título del presidente Antonio Leocadio Guzmán Blanco. Alrededor de este monumento se colocaban los vendedores de pájaros como turpiales, azulejos, loros y esos pericos que llamaban “cara sucia”. También los muchachos limpia botas portando sus cajoncitos de propia fabricación. Antes de llegar a la primera nave del edificio construido de norte a sur y en su entrada central se encontraba la venta de flores diversas, claveles de Galipán y azucenas, rosas y dalias, geranios, gladiolas y helechos para la confección de ramos y coronas. Ya en el propio edificio del Mercado Principal, aunque no había otro, estaba la venta de refrescos y de frutas nacionales, igualmente los llamados “frutos menores” o verduras, ñames, apios, papas, batata, ocumos, papas blancas y rosadas, yuca y variedad de hortalizas.
Al frente de esta primera nave y a mitad de la cuadra, sobre la acera norte se encontraba colocado el pedestal cilíndrico de menos de dos metros de alto y como de cincuenta centímetros de diámetro donde se encontraba colocado de canto la piedra circular achatada, medio inclinada hacia atrás, y que tenía en su centro una especie de clavo grande, que al reflejar su sombra en el horario grabado alrededor de la piedra indicaba la hora.  Esto se llamaba “El reloj de Piedra”, en realidad se trataba de un reloj de sol.

Con una explanada y gradas que en forma de una escuadra daba acceso a las callejuelas que separaba al Edificio del Mercado, donde se expendían las carnes y el contiguo llamado “Linares” que en dos pisos tenía su frente en la Calle Este 4, de Traposos a Chorro. 

Este pasaje Linares enlazaba con una calle al frente del lateral sur de la Plaza de El Venezolano que era su verdadero nombre y la Sur 1, entre San Jacinto y Traposos. Este era el sitio indicado para que se realizara el comercio de frutos al por mayor, fijándose el horario de siete de la noche a las siete de la mañana.

Cumplido este horario, los remanentes de frutos o productos debían ser retirados de la “Playa del Mercado” dejándola totalmente barrido de toda clase de desperdicios; pues, aquello era un barullo de huacales, cajas y mochilas, haciendo pilas o rumas en el suelo esperando negociar con los comerciantes detallistas de la ciudad y sus alrededores, y, no dejaban de verse algunos burritos rezagados por allí, aunque todas los arrieros que transportaban cargas hasta la “Playa”, así se llamaba, les estaba prohibido retener los animales, había que descargar y llevárselos a pernoctar por otro lado. Los frutos que no se vendían en el horario establecido debían depositarse en los locales que a este fin existían, cobrando cantidades insignificantes. En la acera norte al frente de la plaza y el mercado, recordamos la Sombrerería Ochos, que por cierto sufrió un incendio, los mayores de mercancías secas, telas de las firmas de Parientes y Carcientes Hnos. La quincalla de Jacobo Bendayán, así como también la casa matriz de los Almacenes Caracas, fundada por Pablo Sánchez de León. En la esquina del Doctor Paúl, la Farmacia Santa Sofía, bajo la firma de Suels & Cía. En la esquina, en uno de los locales del edificio del Mercado, que los daban en arrendamiento, se instaló la Ferretería Lovera, padre del abogado, político y diplomático Virgilio Lovera, así como también del médico Ildemaro Lovera. Hacia el sur, la acreditada Tienda de Joseíto, Fortunato y Salomón Benarroche; en el otro ángulo una sucursal de la joyería y relojería La Perla de Pujol & Cía. Como puede apreciarse el edificio del Mercado llamado de San Jacinto se iniciaba en la esquina del Doctor Paúl, con unos locales hacia el sur, el frente se pronunciaba hacia el oeste, exactamente hasta donde estuvo ubicado, últimamente, “El Reloj de Piedra”, al frente de los Almacenes Caracas, y de allí, nivelando con la Plaza “El Venezolano” hasta el Pasaje Linares, al centro de la manzana.