domingo, 25 de noviembre de 2012

ASÍ ERAN NUESTRAS NAVIDADES- Aquiles Nazoa-

En visperas de la  Navidad he transcrito para ustedes un artículo que reseñó la Revista Elite en diciembre de 1951 por nuestro Aquiles Nazoa,  sobre las festividades en la Caracas de inicio del  Siglo pasado, tradiciones que ya están en desuso y muchas de ellas son un vago recuerdo de aquello que nos contaron nuestros abuelos o padres, en el ánimo de desempolvorar el baúl de los recuerdos y que estos escritos sean de interés para mucho de ustedes.


ASÍ ERAN NUESTRAS NAVIDADES


AQUILES NAZOA
Elite diciembre 1951

Imagen de Aquiles Nazoa
Revista Elite
1951


“Ahora bien, todos los que amamos a nuestra ciudad porque nacimos de ella y nos hemos realizado para la vida a la luz de sus días, somos – ya a la edad que tengo y habiendo visto lo que he visto- un poco caraqueños de antes.

Tal vez la Caracas que yo evoco y que en muchos aspectos me parece más grata, más humana y simpática que la de mis hijos, no exista realmente en mis recuerdos sino en mi imaginación. Uno tiende a embellecer lo que ha tenido y ya no tiene.

Así son los recuerdos que conservo de las pascuas de mi niñez. Desde tiempos muy remotos de la ciudad, la costumbre más encantadora que conservábamos era la de los aguinaldos impresos en hojitas de cuatro páginas que se vendían a centavo por las calles. Eran a veces malas versificaciones de bardos orilleros, pero tenían un gran encanto poético, una tierna ingenuidad y un interés periodístico que hacia su lectura interesante a todo el mundo, pues casi siempre tenían como temas los sucesos de actualidad. En esas hojitas que yo mismo llegué a vender, recibí mis primeras lecciones de literatura.

Como aguinaldos impresos y sus pintorescos pregoneros que para anunciarlos iban recitándolos o cantándolos por las calles, desapareció también de la ciudad el extraño vendedor de pavos. Los pesados animales, domesticados y mansos, caminaban lentamente por el medio de la calle como un rebaño, guiados por el hombre que los seguía detrás como un pastor a sus ovejas, y para conservarlos agrupados durante la marcha los controlaba con un larguísimo foete como de cochero; de ahí viene la expresión “como foete de arrear pavo” aplicada a alguien que está extremadamente flaco.

Caracas era muy fría entonces; ya desde fines de octubre el exquisito frío tan tónico y juvenil que invadía la ciudad por el área de Catia, imponía el uso de los abrigos, sobretodos, romantones, bufandas y franelas largo tiempo guardados. Flotaba en el ambiente un olor a vetiver procedente de los baúles. Nunca supe de dónde le viene a ese frío en particular el nombre de “Pacheco” que le da el pueblo caraqueño, ni si fuimos nosotros los primeros en usarlo, o los chilenos que también nombran así a los vientos de otoño.

Las misas de aguinaldo le imprimían a las mañanitas de mi niñez una alegría juvenil de vacaciones; los paseos eran a pie; no se había generalizado el patinaje, los patines de rueda, como se sabe, fueron un invento anónimo de los holandeses, un invento folklórico por así decirlo, que los niños de Holanda, el país más patinador del mundo, ingeniaron para tener cómo continuar practicando su deporte favorito una vez que, pasado el invierno, se deshelaban los canales y senos marinos. Un norteamericano, Pinkerton, capitalizó la idea en los Estados Unidos, a mediados del siglo pasado. Yo llegué a conocer los primeros patines que llegaron a Caracas: era una especie de cesta en alambre de acero, muy funcional y elegante en la que el pie iba acuñado; las ruedas eran de madera. Al principio el patinaje era un deporte exclusivo de gente de bien, o sea de las que vivían en zonas ya pavimentadas de la ciudad. Patinar en la Plaza de la Misericordia era uno de los signos de distinción y modernidad de las más distinguidas señoritas de Caracas de los años veinte. Los patines entrañaban para los que en tiempos de Gómez éramos niños, el más grato recuerdo y también el más amargo: Los policías del gomecismo, ladrones y crueles, a veces sin haber llegado uno a ponérselos por primera vez, mientras con ellos en las manos iba en busca de algún lugar pavimentado donde patinar, nos detenían en la calle y nos los quitaban, dejándonos sumidos en la más dolorosa amargura.

Vendedor de Pavo
por las calles de Caracas


un grupo de bellas damas patinado
en  El paraiso
Circa 1920 -1930

Patines con ruedas de madera
1930
Dos de mis tíos, desde niños, eran panaderos como lo había sido su padre; trabajaron siempre en la panadería de Solís, entonces la más famosa de Caracas, siempre por su pan francés y en pascuas por su pan de jamón, por sus brazos gitanos, por sus dulces con nombres franceses. En los días pascuales los armarios y vitrinas de la panadería se enjoyaban con los colores y formas de aquella artesanía maravillosa del pan y del dulce, y la hormigueante clientela hacía necesario reforzar el personal. Yo era una especie de mascota de Solís, y de tanto andar entre los hornos, las artesas, las harinas y las cremas llegué a hacerme un pequeño maestro de esas artes. En los días de pascuas sobrecargados de trabajo los repartidores, yo participaba en las entregas de encargos a domicilio, y a veces recibía propinas con las que me sentía rico. En la navidad de 1931, cuando llevaba una torta de encargo, por el camino me enteré de que en Miraflores estaban repartiendo regalos. Con torta y todo me incorporé a la larga cola que se había formado junto al palacio. Fue la primera vez que vi de cerca a Gómez. Rodeado de sus hijos y allegados, estaba allí repartiendo personalmente los obsequios. A mí me dio dos bolívares. Cuando uno de mis tíos panaderos, Gabriel, se enteró de la que yo creía una hazaña admirable, sufrió tan crisis de cólera que además de pegarme me sacó con su propia mano la peseta del bolsillo y cómo sería la violencia con la que la batió contra el suelo que la moneda rebotó y de retruque le pegó a él mismo en un colmillo. Ese día descubrimos cosas importantes: que Gómez era un tirano y que mi tío tenía dentadura postiza.

Panaderia de Solís
donde trabajaron los tíos de
Aquiles Nazoa
y de niño una que otra vez
fue repartidor de pan y tortas


Como en aquella época había muy pocas cocinas con horno, el pavo y el pernil destinados a la cena de navidad se aderezaban en la casa y se enviaban a hornear en las panaderías. Allí los panaderos practicaban la costumbre picaresca de “capar” o sea comerse parte de los horneado. En la cena pascual, lo que la gente venía a comerse en realidad eran los sobrados de los panaderos.

En la animadísima plaza del Mercado de San Jacinto se instalaban las diminutas imprentas que se encargaban de imprimir las tarjetas de felicitación con el nombre del felicitante. Eran mínimas y además de unas orlas rameadas muy candorosas, traían versos a escoger según los sentimientos y el humor del cliente:


El cielo tiene una estrella

Y el rosal tiene una flor,

Y el que carga la botella

Es el que bebe mejor.









lunes, 19 de noviembre de 2012

Puente Carlos III La Pastora

Sobre el curso del  río Catuche  se ha halla el puente Carlos III construido por Juan Domingo del Sacramento Infante quien también construyo el Puente La Trinidad sobre Quebrada Caroata y la Iglesia de la Santísima Trinidad actual Panteón Nacional.
Se inicia su construcción sobre el curso de Río Catuche cerca de 1772 por disposición del gobernador José Carlos de Agüero con fondos del Cabildo caraqueño; en la actualidad se considera patrimonio arquitectónico de la ciudad de Caracas.

En el Libro "Reminiscencias" de José García De La Concha"  encontramos la siguiente nota

“ Antes de la construcción del puente de Carlos III, se tomaba a la derecha el callejón del primitivo convento de la Merced (casa que conocí cuando vivía en ella mi recordado amigo Pancho Unda), para salir al Guanábano por lo que llamaban “ el desbarrancado”, y de allí a “La Caja de Agua” para seguir por la calle de El Comercio hasta San Pablo.

Al estar construido el puente antes nombrado, el camino era recto hasta La Trinidad. Esta fue la vía por donde condujeron hasta San Francisco los restos de “El Libertador”.

Esta era una de las zonas de Caracas más llenas de recuerdos de todos los tiempos de su existencia. Casi todos los terrenos eran de propiedad de La Trinidad, unas de las iglesias de Caracas que sin ser parroquia, poseía más tierras, y que al convertirse en Panteón Nacional, desaparecieron como por encanto.

Pasando el Puente Carlos III, a mano izquierda, el filántropo Licenciado Agustín Aveledo fabricó un edificio, lo dotó de lo necesario y fundó un asilo de huérfanos. Loor a este gran caraqueño.

Contigua al Asilo, teníamos una casona sombría y de rara arquitectura que llamaban la casa de Boves. Allí vivió y allí se crió el estudiante Luís Correa.

A mano derecha, en una humilde casa vivía mi médico y amigo, doctor José Gregorio Hernández. Luego los jurados Blanco y después la preciosa quinta que le fabricó don Martín Sanabria a su esposa doña Ignacia Vollmer de Sanabria y conocida con el nombre de “La Villa Ignacia”. Esta “Villa Ignacia” tenía extenso terrero hasta la quebrada y en el existía un gran jardín de rosas, naranjos y cuyo portalón quedaba al lado del puente el Guanábano y adornado con unas bellas “trinitarias”. En todo el frente de este portalón desembocaba un callejón que daba acceso a la quinta Guzmán, y se decía que en la única casa existente por allí y de dos pisos, tenía el viejo Guzmán, don Antonio Locadio, su imprenta.

De la esquina de las Dos Pilitas hacia el norte quedaba la esquina “El Solitario” y por allí se iba a la Sabana del Blanco, al Cementerio de los Hijos de Dios y a la Casa Madre. Entre las esquinas de El Solitario y La Casa Madre, se pensó y hasta se empezó a construir un terraplén.

Otra callejuela partía de Las Dos Pilitas llamadas La Jabonería. Pero la principal, ancha, empedrada, seguía hacía la Trinidad. A mano derecha una casa, llamada La Casa de los Ladrillos, con una gran arboleda, ocupando casi toda la manzana. Esta casona sirvió en un tiempo de cuartel, luego la adquirió doña María Francia de Palacios y la transformó en una bella residencia. "

Puente Carlos III 1892


Puente Carlos III
Circa 1900
Reseña la imagen " el deteriorado y olvidado Puente Carlos III
situado en las Esquinas de Dos Pilitas a Portillo
Construido en el Siglo XVIII
Caracas en Tres Tiempos Carlos Raùl Villanueva
1966 


sábado, 17 de noviembre de 2012

La Tragedia de1943/ Los Héroes de "El Silencio"

" Los trabajos de demolición en la zona adquirida por el Banco Obrero para la Reurbanización,  fueron ejecutados en parte por cuadrillas contratadas directamente por el Banco Obrero; en otras ocasiones por el contratista para las demoliciones, señor Heriberto Salas, y en algunos casos por el contratista de la obra a ejecutar.

Las demoliciones de las edificaciones fue relativamente sencilla, pues se trataba en su mayoría de casas de una sola planta, con paredes de adobe o ranchos construidos con diversa clases de materiales, a excepción de una edificación ubicada entre las Esquinas de Marcos Parra y Escalinatas, cerca del Puente Bolívar, compuesta de sótano y dos plantas con estructura de concreto y acero, por lo que para su demolición se requería dinamitar la estructura.

El contratista encargado del embaulado de la Quebrada Caroata, empresa Oscar Zuloaga & Cía., había minado varias veces la edificación ya mencionada y la cual no cedía totalmente, por lo que terminada la semana de trabajo se resolvió continuar la demolición el lunes siguiente. En esas condiciones, la estructura constituía un peligro para los transeúntes, por lo que al día siguiente, domingo 4 de abril de 1943, el teniente Luís E. Lozada, del Cuerpo de Bomberos, solicitó a sus compañeros colaboración para acabar con la amenaza que representaba el inmueble en cuestión.

Un grupo de 13 miembros del Cuerpo de Bomberos procedió a dinamitar lo que restaba de estructura. Explotaron los petardos y la construcción no cedió, por lo que los bomberos Lozada, González, Cabrera y López penetraron debajo de la platabanda que habían minado y cuando se preparaban a sujetar una viga de hierro con una guaya, para palanquear la estructura, la platabanda se desplomó sepultándolos debajo.

En este accidente perecieron los bomberos teniente Luis E. Lozada, el sub-teniente Juan González Báez y el cabo segundo Antonio Cabrera. El bombero José León López, quién pudo salvar su vida, relató que en ese instante se encontraba al pie de la escalera y que al sentir que se desplomaba la estructura saltó hacia un rincón, el cual no quedó completamente tapado, por lo que pudo gritar oyéndolo sus compañeros, quienes vinieron en su auxilio.

Igualmente 12 bomberos habían quedado en el sótano, y gracias a la maravillosa colaboración de la Policía de Caracas, los Boy Scout y numeroso público, impidió que fuera mayor el número de víctimas. La labor de rescate se prolongó hasta las 7 pm….

Tan pronto se supo del accidente se apersonó el gobernador del Distrito Federal, el Comandante de la Policía de Caracas, el director gerente del Banco Obrero, el Comandante del Cuerpo de Bomberos y el juez segundo de Instrucción a cuyo cargo quedarían las actuaciones, se trasladaron al sitio del siniestro a fin de prestar la debida colaboración y apresuras las labores de rescate.

Este fue el único acontecimiento trágico que tuvo lugar durante todo el proceso de construcción de la Reurbanización “El Silencio” y el primero en la historia del Cuerpos de Bomberos de Caracas desde su creación el 24 de febrero de 1936."

Fuente: Reurbanización “El Silencio” Crónica/ Pág. 72

Ricardo De Sola Ricardo
Fundación Villanueva / 1987















viernes, 16 de noviembre de 2012

La Demolición de el Barrio "El Silencio" 1942

Demolición de el Barrio " El Silencio"

“El 25 de julio de 1942, día de Santiago, aniversario de la fundación de la ciudad de Caracas (375 años), a las 11: 15 am, el presidente de la República, general Isaías Medina Angarita, acompañado por el gobernador del Distrito Federal, doctor Luís Gerónimo Pietri, el ministro de Obras Públicas, doctor Manuel Silveira, el director – gerente del Banco Obrero, señor Diego Nucete Sardi, así como de los otros directores del Banco e invitados al acto, se efectúo la ceremonia del primer golpe de pico en la casa distinguida con el Nº 23, situada al Oeste de la Plaza Miranda; en dicha casa operaba un taller de vulcanización, siendo los vecinos más cercanos el Restaurant “ La Granja”, “el nuevo hospedaje para caballeros” , “La Unión”,, empresa de viajes y mudanzas, la “Agencia Royal”, el Bar “Napolitano”, y “La Pluma de Oro”.

Con dicho acto se inicia la demolición de los inmuebles ubicados en la zona ya determinada, la cual sería objeto de remodelación.


Otro aspecto del acto efectuado el 25 de julio de 1942
en el momento en que el Director Gerente del Banco Obrero
señor Diego Nucete Sardi da el segundo golpe de pico.
En la fotoel general Medina Angarita, Presidente de la
Reública  habla con el secretario del banco
Dr. Enrique Barrera en la puerta.

El día siguiente, en horas de la mañana, un gran número de obreros se aglomeraron en el sitio en solicitud de trabajo. El tráfico se vió interrumpido y tuvo que intervenir la policía. El grupo de manifestantes allí congregados resolvió entonces dirigirse a las oficinas del Banco Obrero, que en aquel entonces se encontraba ubicado frente a la Iglesia Santa Teresa, Avenida Sur, entre las esquinas de Santa Teresa y Cipreses Nº 67. ( este local fue vendido posteriormente a la firma Sánchez & Cía. Que instaló en él su ferretería, cuando las oficinas del Banco Obrero se mudaron al Bloque 1, hoy “Carlos Raúl Villanueva”.1945)
Imagen de Juan Avilán
Fundación para la Memoria Urbana

Imagen de Avilán de la Fundación
para la memoria Urbana 

Han sido muchos los autores que han escrito sobre el acontecimiento ocurrido el 25 de julio de 1942, con motivo de haberse iniciado el proceso de demolición de los inmuebles del barrio “El Silencio” y en dichos escritos narran lo ocurrido en el Mercado de San Pablo y el Molino Rojo por haber estado éstos ubicados en la hoy Plaza Miranda, cuyo nombre cuando se construye la Plaza fue el de la Plaza Bermúdez, siendo ministro de Obras Públicas el Dr. J.M. Ortega.


El cambio de Plaza Bermúdez a Plaza Miranda aparece por primera vez en el plano de Caracas de 1936 editado por el MDOP, Dirección de cartografía Nacional, y este cambio de nombre obedece al hecho de que a la Esquina de la Plaza se le llama Miranda por lo ocurrido en el año de 1812 con un señor de nombre Juan Miranda y que Enrique Bernardo Núñez narra de la siguiente manera “ A los pocos meses del terremoto de 1812que tantos estragos causó en Caracas, árboles y malezas crecían rápidamente entre las ruinas. Cerca del paredón del Puente San pablo, en un solar perteneciente a Don Cristóbal Ponte y alquilado al mencionado Juan Miranda, crecía un corpulento castaño silvestre que amenazaba derribar con sus raíces al paredón y éste a su vez, la casa donde se hallaba refugiado con su familia el licenciado Isidro González, además, el Castaño, servía de refugio a frecuentes •rochelas de hombres y mujeres”, y hombres embozados, que no se distinguen en la oscuridad, hacían temer al licenciado por su vida, por lo que encareció repetidamente a Miranda el corte del castaño y otros árboles. En vista de la inutilidad de sus esfuerzos, se dirigió por último al ayuntamiento, que libró al efecto órdenes pretorianas.

Uno de los Edificios más importantes que debieron demolerse fue el Pasaje Junín, que estaba en proceso de construcción en 1942, situado entre las esquinas de Mercaderes y Municipal. El propietario de dicho edificio era el general Pérez Soto, quién propuso en aquel entonces que los propietarios particulares efectuaran trabajos de construcción de la avenida agrupándose en un sindicato de dueños de inmuebles, aportando su inmueble como participación. Esta idea no tuvo acogida. El Edificio se terminó y unos años después fue demolido.

Edificio Pasaje Junín

Pasaje Junín
demolido en 1945
Fuente:
Reurbanización “El Silencio” Crónica
Ricardo De Sola Ricardo
Fundación Villanueva
1987
Demolición de El Barrio “El Silencio”

Pág 66