domingo, 14 de agosto de 2011

Una corrida de gala en honor al Príncipe

En 1921 vino a Caracas, en visita especial, Don Fernando de Baviera y Borbón. Ese mismo año se inaugura en Nueva York, una estatua del Libertador realizada por la artista estadounidense Sally James Farnham, acontecimiento que ocasionó la caída del Canciller Esteban Gil Borges.

En la Caracas de los techos rojos, existía mucho entusiasmo con motivo de la visita del Príncipe español, quien se había alojado en la casa de don Eloy Anzola, que estaba situada frente a la Plaza España. Por esa razón, poco después, esa residencia empezó a ser llamada por la gente “la casa del Príncipe”, donde siete años más tarde también se alojaría el piloto estadounidense Charles Linbergh.

En su libro La Fiesta Brava en Caracas, Carlos Salas dice lo siguiente: “El lunes 9 de mayo de 1921 se celebró una corrida de gala en el Nuevo Circo en honor al Príncipe Don Fernando de Baviera y Borbón. El cartel estuvo compuesto por las espadas Rufino San Vicente, “Chiquito de Begoña”; Francisco Pérez Rivera; Eleazar Samanes, “Rubito”; y Julio Mendoza, “Niño II”; y de espada de reserva Felipe Reina, “Niño de Rubio”. El lleno fue tan grande que hubo necesidad de acondicionar las azoteas del circo, el cual estuvo adornado con banderas, mantones de Manila, flores y la gracia de la mujer caraqueña”.
Bailes, desfiles militares, una exposición de pintura con obras de Arturo Michelena, Cristóbal Rojas y Tito Salas, y la presentación de la obra de teatro Bolívar, del escritor español Francisco Villaespesa, que había venido a nuestra capital con su compañía de teatro para actuar en aquella ocasión tan especial, fueron algunas de las actividades programadas para agasajar al Príncipe.
En ese mismo año de 1921, Teresa de la Parra publica sus primeros cuentos en el diario El universal. Fallece en Caracas Carlos Zuloaga Tovar, padre de Armando Zuloaga Blanco, el joven estudiante que murió en Cumaná, en 1929, durante los sucesos de la invasión del Falke. Juan Vicente Gómez estuvo a punto de morir por causa de una retención de orina. Linares Alcántara, hijo del general Francisco Linares Alcántara, quien fue Presidente de Venezuela, organiza otra segunda invasión al país, que igualmente fracasa. Luego vendrían otras invasiones que tendrían el mismo final. “Los antiguos funcionarios de Cipriano Castro, convertidos posteriormente en altos personeros del gobierno gomecista, al pasar al bando enemigo se transforman en el exilio en cabecillas que intentarán organizar en las Antillas, México, Estados Unidos y Europa, expediciones armadas con el fin de invadir a Venezuela y derrocar a la dictadura, pero son siempre vigilados por los agentes destinados al espionaje en el exterior”. Armando Zuloaga Blanco, Voces de una Caracas Patricia, de Ignacia Fombona de Certad. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, caracas, 1995.
La visita del ilustre miembro de la realeza española, que causó un gran revuelo entre los habitantes de la capital, sirvió para desviar la atención de los graves problemas políticos, económicos, sociales, culturales, etc., etc., que aquejaban a la nación. Ver a un Príncipe en persona, con su vestimenta tan apropiada a su jerarquía real, y con sus ademanes tan cosmopolitas, tan plenos de “glamour”, no era poca cosa.




La casa de Don Eloy Anzola Montauban, donde se alojó el

Príncipe español

El Príncipe español saliendo de la casa de Don Eloy Anzola

Esteban Gil Borges





¡No toquen esos muertos!

Alarmada por las noticias que corrían entonces acerca de que el Cementerio de los Hijos de Dios iba a ser demolido para dar paso a una moderna urbanización obrera, Carmen Clemente escribió en el Heraldo, el 30 de abril de 1948, un reportaje en el que daba cuenta de los personajes sepultados en dicha necrópolis, muy visitada por los caraqueños a principio del Siglo XX.

“Como si no existieran suficientes terrenos ejidales para empresas de esa naturaleza -se quejaba-, el Concejo Municipal se propone destruir parte de la escasa tradición histórica de la ciudad. Ahora toca el turno al Cementerio de los Hijos de Dios, viejo recuerdo de los venezolanos de 1800, con su triste y dolorosa historia y sus muertos ilustres”.

La escritora daba cuenta de la iniciativa que tuvo en el año 1947 Enrique Bernardo Núñez, por entonces Cronista de Caracas, y de varios miembros de la Junta Conservadora de las Reliquias Históricas, de crear unos jardines en dicho recinto, entonces invadido por la melaza.

Recordó Carmen Clemente los sucesos que se registraron en Caracas a partir del 13 de agosto de 1855, cuando atracó en la Guaira un mercante de cual desembarcaron algunos pasajeros que habían contraído el cólera. La enfermedad se propagó con la inusitada rapidez. A las 8 de la noche de aquel día, doce personas habían fallecido, víctimas de terrible mal. En la capital morían familias enteras. Las urnas eran insuficientes, así como los coches mortuorios para llevar los cadáveres al Cementerio, que también colapsó. La municipalidad autorizó la incineración o lanzar los cuerpos en grupos en el sitio denominado “Sabana del Blanco”, al norte de la Ciudad. Y así nació, por iniciativa de un vecino de nombre Casimiro Hernández, esta necrópolis que diseñó el Ingeniero Olegario Meneses y bendijo el primero de noviembre de 1856 el Arzobispo de Caracas. Las victimas del cólera fueron sepultadas a las afueras del camposanto, en fosas comunes. Al quedar exterminada la epidemia, se siguió sepultando allí a los muertos hasta el año de 1876, cuando fue clausurado y se habilitó en tierra de jugo, el Cementerio General del Sur.

En el Cementerio de los Hijos de Dios fueron sepultados muchos próceres de la Independencia y de la Guerra de la Federación. Entre otros, el general José de Austria, autor del Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela en su Guerra de Independencia. Austria luchó a las órdenes de Miranda, en Valencia; en los Llanos con Páez y en el sur de Colombia, con Simón Bolívar. El gran periodista y polémico político Juan Vicente González, muerto en 1866, fue sepultado allí, al lado de la tumba de su madre y una de sus hermanas. También reposan los restos del general Antonio Muñoz Tébar, de Francisco Riera Aguinagalde, el general Miguel Arismendi, el Doctor Tomás Aguerrevere, gran publicista; el doctor Manuel Cala, prócer de la Independencia; Pedro Villapol- otro prócer- , el general Esteban Herrera Toro, la parentela del Marqués del Toro y otras muchas familias ilustres.

“Es doloroso que los muertos sean desalojados- concluía Carmen Clemente su trabajo, que luego ampliaría –para dar cabida a los vivos, como si Venezuela no fuera una gran extensión de tierra deshabitada, como si no existieran millares de kilómetros que demandan, por Dios, que sean habitados”. Dejen a los muertos en la paz de sus sepulcros”, -clamaba.


Biblioteca Biográfica Venezolana/
El Nacional
Carmen Clemente Travieso