sábado, 7 de agosto de 2010

Incendio del Teatro Caracas 1919

La gente venía de El Paraíso y otros sitios a la esquina de Veroes a ver el teatro ardiendo

El gran incendio

El martes 1 de abril de 1919, Oscar -quien trabajaba en la panadería de Altagracia como maestro pastelero- se cambió de ropa a las seis de la tarde y salió para la academia de música. Cuando iba llegando a la esquina de Carmelitas, vio el fuego. El Teatro Caracas estaba ardiendo.

El incendio comenzó a las seis y media, en vespertina durante el cuarto episodio de la película Romeo y Julieta. En pocos minutos las columnas de fuego y humo se elevaron a gran altura. La alarma cundió en la ciudad y la gente venía desde El Paraíso y otros sitios lejos del centro hasta la esquina de Veroes a ver el teatro ardiendo. Centenares de hombres se presentaron como voluntarios para combatir el incendio. A las 8:30 las llamas fueron dominadas.

El doctor Jiménez Rebolledo, ministro de Guerra y Marina, fue informado por el coronel Pedro García, jefe del Cuerpo de Policía de Caracas, que el gran siniestro comenzó cuando la película se quemó y las llamas alcanzaron los hilos eléctricos tendidos alrededor de la sala del teatro para alumbrarla de modo extraordinario, en la fiesta que se preparaba para el día siguiente con motivo de la celebración de las "bodas de plata", vigésimo quinta función del film La Fiera, con George Walsh; sin embargo, horas después, el empresario Granados Díaz informó que el incendio no había comenzado en la caseta del operador, pues cuando ya las llamas alcanzaban la pantalla aparecía en la tela Julieta, quien caía sobre su lecho, luego de ingerir el licor que le había recomendado fray Lorenzo. Esa fue la última escena que se vio en el Teatro Caracas.

El Nuevo Circo, El Princesa, El Nacional y el Metropolitano suspendieron sus funciones. En el Princesa, a dos cuadras, cundió el pánico en la función vespertina, pero afortunadamente no hubo lesionados.

La Luz Eléctrica desconectó los cables que suministraban energía a todos los inmuebles de Veroes a Ibarras y cuadras adyacentes. Cien líneas de teléfonos privados quedaron interrumpidas. Se suspendió el servicio de tranvías en la zona. Al día siguiente, desde la madrugada, toda Caracas desfilaba por Veroes; del teatro sólo quedaban las paredes calcinadas. El edificio estaba asegurado por La Previsora por trescientos mil bolívares, aunque los que saben de inmuebles en Caracas dicen que vale más de medio millón de bolívares.

El gobernador Juancho Gómez felicitó a Domingo Collado, el dueño de Las Ibarras, quien además de facilitar agua, obsequió a los policías pródigamente con los productos de su panadería. El Liceo de Niñas, situado en la acera de enfrente, sufrió en parte y por el calor de las llamas toda la pintura al óleo de dicho instituto se perdió por completo.

Cuentan que la policía se llevó preso a un chusco, quien al ver a una dama que gritaba: "¡He perdido mi piel blanca!", le contestó: "Oh no, señora, si la carga usted encima y un poco arrugadita". "Grosero, dijo la dama, me refiero a mi boa de piel, que la he perdido en la carrera".

Así son las cosas.


Teatro Caracas 1877
 Fuuente: El Universal.
Imagen: Archivo Caracas en Retrospectiva.

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